Uno no puede decir que tiene una amante porque ya la gente supone que existe otra mujer —digamos, la esposa— y que uno es un cerdo manipulador y traicionero que engaña a la una con la otra, y hasta que engaña a la otra con la una. Pero no, uno puede tener una amante y vivir con ella, y escaparse con ella, y hacer el aseo de la casa con ella, y salir a un motel con ella, y llevarla a la casa de los papás, y pedirle que se ponga un corsé y le hable españolete, y hacerle el amor, y tener sexo con ella, y…, en fin, que la pasión es una sola, y los nombres que uno se ponga no deberían hacerse callejones por los que se va en un solo sentido, y las derivaciones y los atajos haya que hacerlos (o proponérselos) con la tercera persona del singular (o plural) solo porque dejaron caer la relación en el abismo del “mejor nos quedamos en la casa” y no se inventaron un “esta noche no quiero llegar a la casa”.
Alejandro Benito (cc by-nc-nd)