Tenía once años cuando en una clase, no sé por qué razón, alguien hizo una pregunta acerca de la zurdera. La profesora, en lugar de dar una explicación más o menos coherente, como lo podría hacer para argumentar el albinismo o el distinto color de ojos en una persona, simplemente se limitó a decir que el mundo no estaba hecho para los zurdos. Para mí eso fue una terrible revelación. En ese momento pensé que los zurdos éramos seres imperfectos en un mundo que no nos tenía en cuenta, que se había construido bajo las ideas de seres diestros, pensado para que ellos tuvieran la delantera. Ese desajuste con la realidad me hizo pensarme como parte de un grupo reducido de combatientes, que peleaban sin saber de sus camaradas, en lid por alcanzar algo impreciso pero necesario. Lo de la logia fragmentada no duró mucho, lo olvidé, como uno olvida a esa edad muchas cosas, pero tiempo después entendí lo que la profesora quería decir con sus palabras, ya con la certeza de que no era un complot, ni siquiera un problema, solo ese grado de perfección que a todos nos es dado, de una manera u otra.
Alejandro Benito (cc by-nc-nd)
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