Felicidonia

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Temo que ya se haya descifrado algo así como el genoma de la belleza, que alguien sepa los ingredientes para alcanzar la cima de la creación humana y despertar la aclamación de todos. La mezcla exacta de coros y guitarras para lograr esa canción perfecta; el argumento, el guión y los actores que hagan una película digna de todos los aplausos; la obra de arte que corte el aliento con solo mirarla, sin necesidad de explicaciones. El poema universal al que no le sobre ni le falte nada, en ningún idioma, imperecedero. La cúspide de la belleza a la que el ser humano pudiera aspirar, y solo unos pocos fueran consientes de ello, fueran los dueños de la magia, y la estuvieran  usando para su propio beneficio material, como pasa con las patentes, con los nuevos descubrimientos, con la energía de la luz y de los elementos, y nos lo estén vendiendo, prefabricado, a la medida de nuestra expectativa, artificial, pensado desde el inicio para el solo propósito de alegrarnos, de emocionarnos, de llevarnos de la manera que ellos quieren, que les beneficie para fines que ni siquiera nos hayamos dado cuenta. Tal vez lo que buscamos en la música, en la literatura y en el arte ya no sea lo de antes, porque nos lo han arrebatado, porque lo hayamos olvidado ya y solo nos quede un producto de consumo masivo al que acudimos como placebo efímero y adictivo.

J Alejandro Benito (cc by-nc-nd)

Fotografía de Phillip Winn (http://bit.ly/1xHqOJv) en Flickr

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