Tengo la certeza de que debo hacerme fuerte, pero no en el sentido de la capacidad física, de la entereza espiritual o del carácter impositivo de la competencia, sino de una fuerza que no es útil ni práctica para la vida diaria, en tanto más difícil de edificar y mantener. Como si la oscuridad se empeñara en ceñirse sobre mí y debiera hacer acopio de elementos para afrontar las tinieblas que se avecinan, pero en lugar de buscar fuego o refugio o compañía, cerrara los ojos para acostumbrarme a la oscuridad, y luego, cuando todo lo cubra la noche, sea más fácil adaptarme; tener a mi favor la ventaja del presagio. Algo así como una resignación efusiva, una disposición con la adversidad forjada sobre la base del disentimiento silente, del aprendizaje activo de quien advierte que todo sobreviene: desde lo que más cuesta y nos enorgullece, hasta la inevitable pérdida; ambas valencias de un mismo elemento: esta frágil, intensa, hermosa y finita materialidad.
John Alejandro Benito (cc by-nc-nd)
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