Gastón

Caminito (Buenos Aires)

Bastó un par de minutos para darme cuenta de que estaba delante de un camarero de esos que ya no se ven sino en viejas películas italianas. De pie, entre la barra y la entrada de la cocina, con ese aire de las personas que vigilan, sin fijar la mirada en algo o en alguien, expectante, casi heroico en su afán de hacer el bien, que para él es llevar consigo una sonrisa y no permitir que los comensales pierdan el apetito. Sigue leyendo