Desde que el primer objeto deja de ocupar su lugar habitual para ir a dar al fondo de una de las cajas destinadas a la mudanza, es inevitable pensar que en el cambio algo terminará por perderse, y tal vez ni lo recordemos o necesitemos más. Los libros irán con los libros, las sabanas junto a las toallas, platos y vasos envueltos en papel, los suvenires, cuadros y adornos serán los últimos, que se pondrán en las cajas donde aún quede espacio por llenar. Al final, una pila de recuerdos más o menos ordenados atravesará la ciudad para luego, cuando el corre corre del camión de la mudanza acabe, intentemos darle a las cosas su lugar, un nuevo lugar, a pesar del vano intento por dejar las cosas igual. Nada será igual, ni el camino de la cama a la cocina, ni la madrugada, ni siquiera el sonido del aceite en la sartén. Algo se habrá perdido para siempre, y sea lo que sea que queramos ganar, solo lo sabremos cuando haya que echarlo de menos.
Alejandro Benito (cc by-nc-nd)